Crucé el límite.
JOSH MEDICCI.
Su boca sabía a paz. A libertad. A un error inevitable.
Marie se fundía en mis brazos como si hubiese estado esperando ese momento toda su vida. Y yo… yo me estaba quemando por dentro.
Mi cuerpo la conocía, la necesitaba, la reconocía.
Pero mi deber era protegerla.
No tocarla. No sentirla así.
Y mucho menos desearla como un maldito desesperado.
Mis labios seguían atrapados en los suyos, pero mi mente gritaba.
¡Detente!
¡Apártate!
¡Haz lo correcto!
Pero no lo hice. La levanté ella cruzó sus piernas alrededor de mi cadera y seguí besándola.
Marie me sujetaba con fuerza, como si al soltarme fuera a escapar. Su cuerpo temblaba, pero no por frío.
Era el mismo fuego que me recorría a mí.
La pegué más contra la pared de la ducha, el agua caliente resbalando por nuestros cuerpos empapados, y la besé de nuevo.
Lento esta vez.
Lento y profundo.
Como si le dijera todo lo que llevaba callando por semanas.
Como si pudiera explicarle con mi lengua lo que mi deber me prohibía pronuncia