Clarita, siempre fue Clarita.
ASHER WILSON
Entré a la panadería con la esperanza de encontrar a Clara trabajando o, al menos, charlando con doña Margarita. Pero no había ni rastro de ella. Pregunté en voz baja, casi sin querer interrumpir, y la señora Marga me miró con una sonrisa dulce pero un poco preocupada.
—Hola mi niño, como estás. Clarita fue a buscar bayas silvestres para el pastel de la tarde —me respondió con ternura—. no tardará en regresar.
El corazón me dio un vuelco. Sabía exactamente a dónde había ido; ese pequeño rincón en el bosque que Clara amaba, era el mismo donde yo solía ir con doña Marga a recolectar esas bayas con cuidado, como si fueran joyas. Sin perder tiempo, me lancé a correr, el viento golpeando mi cara mientras sentía cada latido retumbando fuerte en el pecho.
Al llegar, la vi. Ahí estaba ella, con la luz del sol filtrándose entre las hojas y dibujando destellos dorados en su cabello. Tarareaba una canción suave, una melodía que parecía flotar en el aire y calmar cada rincón del bosq