NOAH ALBERTI
Era cerca de medio día y había dormido apenas un par de horas. Lo justo para soñar con el infierno y despertar deseando no haber cerrado los ojos.
El sabor del miedo aún lo llevaba en la lengua.
Kiara muriendo en mis brazos, su sangre tibia, mi grito ahogado…
Tenía que olvidarlo. No podía dejar que me comiera la cabeza.
Así que me vestí. Tomé las llaves. Y fui al único lugar donde sentía que podía distraerme y sacar este dolor de mi pecho, necesitaba verla, bien, viva.
Llegué al departamento y Silvano aún estaba ahí, me miró y levantó una ceja, tenía su laptop en las piernas y una taza de café en la mano.
—¿Y tú? —preguntó con esa media sonrisa de quien sabe más de lo que dice—. Yo juraría que te di el día libre.
—Sí, pero tengo unos pendientes que no pueden esperar —mentí. O tal vez no. El pendiente era mi cabeza intentando no volver a soñar. Intentando convencerme que solo fue un maldito sueño.
—Damián dijo que traería unos informes al medio día —agregué, dejándome caer