BASTIEN DE FILIPPI
Esa noche, el despacho olía a whisky, cuero viejo… y problemas inminentes.
Lucca estaba conmigo, revisando unos contratos.
Yo intentaba concentrarme, lo juro.
Hasta que se escuchó el auto de Lucien, miré por la ventana y ahí estaban los dos, bajando sonriendo, Lucien le susurró algo a Addy y ella sonrió traviesamente, luego la puerta de la cocina crujió.
Mi oído no falla. Ni cuando quiero que falle. Algo le había dicho Lucien a mi princesa que la hizo sonreír de esa manera.
Me giré sutilmente, solo lo justo para ver…
A Addy saliendo de la cocina.
Sonriente. Ruborizada.
Y detrás de ella… Lucien. Con la sonrisa esa que heredó de su padre, la que grita "estoy haciendo algo que me gusta… demasiado".
—Lucca… —dije, apretando la mandíbula—. ¿Viste eso?
—Vi a los niños subiendo la escalera con una sonrisa —respondió, sin dejar de firmar papeles.
—Van… hacia su habitación.
—Es tarde. Tal vez quieran hablar… en privado.
Lo miré. Con toda la carga infernal que un padre puede