La puerta del penthouse se cerró de un portazo brutal, resonando como un disparo en el lujoso, pero gélido departamento.
John Asher cruzó el salón a grandes zancadas, su respiración agitada, los ojos inyectados en furia pura.
De un manotazo, barrió una bandeja de cristal que voló por el aire, estrellándose contra la pared y haciéndose trizas.
—¡Maldito Bastien! —rugió, su voz reverberando en las paredes de mármol—.
¡Maldito bastardo!
Tomó una lámpara de diseño y la lanzó contra el suelo con toda su fuerza.
El estruendo fue ensordecedor.
Trozos de porcelana y vidrio se esparcieron como metralla.
El asistente apareció en la entrada, tenso, pero prudente.
—Señor —dijo con cautela — ¿Qué sucede?
— Ese maldito hijo de puta arruinó todo mi plan, todo lo que tenía friamente calculado, lo arruinó, AAAHHH!!!
Tomó la mesa de centro y la tiró contra la pared rompiendola en mil pedazos, el cristal estalló para todos lados.
— Señor deberíamos considerar retirarnos.
Si Bastien ha empezado a sospech