Asher y Clarita despiertan.
ANNELISSE DE FILIPPI
La luz que entraba por la ventana de la habitación era suave, casi tímida. El silencio del hospital me pesaba en los oídos, interrumpido solo por el pitido constante de las máquinas y el sonido lento y acompasado de las respiraciones.
Habíamos pasado la noche en vela, Silvano y yo turnándonos para vigilar. Papá había viajado de regreso la noche anterior para atender asuntos urgentes, dejándonos a cargo. No podía culparlo: sabía que, si no estaba físicamente aquí, al menos mentalmente seguiría velando por nosotros.
Me incorporé en la silla junto a la cama de Clarita cuando la vi agitarse entre las sábanas. Sus manos buscaron algo en el aire, como si estuviera atrapada en una pesadilla.
—Clarita… —susurré, acercándome rápido.
Sus ojos se abrieron de golpe, llenos de miedo. Estaba jadeando, los labios temblorosos. Me incliné, tomándola suavemente por los hombros.
—Shhh… tranquila, estás a salvo —le dije, bajando la voz hasta convertirla en un murmullo.
—Anny… —su voz