ASHER WILSON
La mañana llegó sin pedir permiso. Un rayo de luz se filtraba por la cortina, cayendo directo en mis ojos y obligándome a parpadear varias veces. Sentía el cuerpo pesado, adolorido, pero al menos podía moverme un poco más que la noche anterior.
A mi derecha, Clarita estaba despierta. Tenía un semblante más relajado que ayer, aunque seguía pálida. Frente a ella, Anny se inclinaba con una cucharita en la mano, sonriendo de una forma que solo se le ve a alguien cuando cuida a quien quiere de verdad.
—Come despacio, Clarita. No es una carrera —le decía con voz suave, como si cada palabra estuviera hecha para calmarla.
En mi lado, Silvano estaba sentado demasiado cerca para mi gusto, con un plato en las manos. Noté que estaba sirviendo pequeñas porciones y acercándomelas como si fuera un inválido total.
—Silvano… —lo miré con media sonrisa— puedo comer solo.
Él arqueó una ceja.
—Claro… con el hombro dislocado y las costillas rotas, seguro que comerás solo sin problema.
—Exager