ADELINNE DE FILIPPI
La taza humeaba entre mis manos.
La ciudad se desplegaba frente a mí como un tablero de ajedrez conquistado.
Milán, gris y dorada a esta hora de la mañana, parecía saber que había ganado.
Apoyé la frente brevemente contra el cristal. Respiré hondo. Café fuerte, sin azúcar. Como me gustaba. Como lo necesitaba después de una noche gloriosa de baile y risas, este sábado me recibió con la ruina para Angel Corp como regalo.
—Te ves peligrosa —murmuró una voz detrás de mí.
No me giré. No hacía falta.
Sentí sus brazos envolver mi cintura. Su cuerpo caliente pegado al mío. Sus labios suaves en mi cuello.
—Hola, amor —susurré, apenas, cerrando los ojos al sentirlo.
Lucien me abrazó más fuerte, dejando un beso lento justo bajo mi oreja. Sus dedos entrelazados en mi vientre pegándome a él, su perfume mezclado con el vapor del café se sentían exquisitos.
—¿Me vas a contar cómo demonios hiciste para destruir un imperio en menos de 3 días?
—¿Destruir? —sonreí, sin mirarlo aún—.