ADELINE DE FILIPPI
Lucien acariciaba mi espalda desnuda mientras yo me volvía a poner lentamente la blusa. No teníamos prisa.
—¿Quieres almorzar en casa o prefieres celebrar desde aquí cómo lo destruiste?
Me reí bajito.
—No me gusta celebrar las tragedias ajenas…
Él levantó una ceja.
—¿Ajena?
—Bueno… —tomé un sorbo de café y lo miré sobre el borde de la taza— …quizás fue un poco personal.
Lucien rió.
—Dios, cómo te amo.
Sonreí y terminé de vestirme, me acerqué a Lucien besando sus labios y arreglé su corbata.
— Bueno amore, debes ir a tu oficina, debemos trabajar, basta de caricias.
Lucien me abrazó y se hundió en mi cuello.
— Mmm, y si me quedo aquí.
— Amor, si te quedas yo no podré trabajar.
— Está bien, me voy
Me besó con una intensidad que me dejaba sin aire, luego se fue, sacó el seguro de la puerta y me sonrió de forma maliciosa.
La ciudad parecía más brillante desde mi oficina esa tarde. Quizás era el reflejo del sol en los ventanales, o quizás era simplemente mi sonrisa.
El