MARIE MORETTI
Estábamos bailando.
Addy, Lucy y yo.
Reíamos, girábamos, cantábamos a gritos cada canción como si nadie nos mirara. Y por un rato, solo por un rato… todo era perfecto.
Hasta que apareció el imbécil con la camisa desabrochada.
Lo sentí detrás de mí antes de que dijera una sola palabra.
Tenía ese tono repugnante, baboso, de macho que cree que con su sonrisa basta.
—¿Bailamos, muñeca?
Me giré. Le sonreí por pura cortesía.
—Estoy con amigas, No, gracias.
No entendió el “no”.
Puso una mano en mi cintura.
Gran error.
Le puse la mano en el pecho y lo empujé.
—Te dije que no —espeté, preparándome para darle un golpe si insistía...
Y justo ahí, antes de que pudiera rematarlo con una rodilla bien puesta… apareció ÉL.
Josh.
Rompió el espacio entre nosotros como una tormenta en plena pista.
Lo empujó como si pesara lo mismo que una bolsa de basura y le habló con esa voz baja y oscura que…
—No la toques —gruñó.
El otro retrocedió, pero Josh ya estaba en modo "animal territorial".
Yo