Mundo ficciónIniciar sesiónFlora estaba sentada en el sillón junto a la ventana, envuelta en un chal de punto beige, con el semblante tranquilo y los ojos vivaces siguiendo cada movimiento del médico frente a ella. Aurora, su enfermera particular, no apartaba la mirada del doctor y de la abuela, y su manita sostenía con ternura la de la anciana, como si dijera: “todo va a estar bien”.
El doctor Stephano, con el estetoscopio colgado del cuello y una sonrisa contenida en los labios, terminaba el examen con gestos precisos y amables. Sus manos eran firmes, pero cuidadosas, como quien sabía que allí había más que huesos y piel: había historia, recuerdos, amor de generaciones.
—Respire hondo una vez más, Flora… —dijo él, y la señora obedeció con suavidad. Escuch&oac







