Mundo ficciónIniciar sesiónPasaban las once y media cuando el sol, alto y vibrante, derramaba su luz intensa sobre el sitio de Buena Esperanza, bañando de dorado las tejas antiguas y las paredes encaladas de las construcciones coloniales. La claridad se reflejaba con fuerza en las ventanas abiertas, haciendo centellear el vidrio e iluminando cada rendija con la generosidad de las horas que anteceden al almuerzo. El calor comenzaba a elevarse desde la tierra apisonada, creando leves ondulaciones en el aire, mientras una brisa tibia agitaba con pereza las hojas de los eucaliptos que bordeaban el camino.
Incluso con el avance del día, los pájaros seguían cantando entre las ramas, como si no tuvieran prisa, meciendo el paisaje con una melodía serena, ahora más espaciada, más contemplativa, pero aún presente, como un susurro de la naturaleza diciendo que allí to







