Denisse sabía, muy en el fondo, que tarde o temprano esto sucedería. Desde el día en que firmó aquel contrato absurdo —el mismo que la ataba a fingir un noviazgo con Noah Winchester—, había aceptado que su vida ya no le pertenecía del todo. Pero lo que nunca imaginó fue que las cosas escalarían tan rápido, tan repentinamente.
Un compromiso. Una fiesta. Un anillo que simbolizaba una mentira.
Cuando Noah le dio la noticia en su oficina, apenas pudo articular palabra. Se quedó mirándolo, aturdida, mientras las piezas del rompecabezas se ordenaban en su mente. Su madre lo había organizado todo. Claro que sí. Una mujer como la señora Winchester no hacía nada sin un propósito, y convertir una farsa en un acontecimiento público debía parecerle la solución perfecta.
Denisse tragó saliva, reprimiendo la avalancha de emociones que pugnaban por salir.
—Supongo que no hay forma de negarse —murmuró, más para sí que para él.
Noah, con su semblante impenetrable, se limitó a asentir.
—No sin levantar