Las dos semanas se habían ido tan rápido como el humo de un suspiro.
Para Denisse, cada día había sido una mezcla de calma y desesperación: calma, porque por fin podía descansar sin las tensiones constantes del trabajo; desesperación, porque el descanso se había vuelto un enemigo invisible. Estar encerrada entre cuatro paredes, viendo pasar el tiempo sin poder hacer nada útil, era un castigo que la asfixiaba.
Y lo peor de todo, era la cuenta regresiva. El final de mes se acercaba, y con él, la sombra de Marianne y su amenaza.
Denisse no había logrado reunir ni una parte del dinero que aquella mujer exigía. Su sueldo apenas cubría lo básico, y Noah —aunque la había tratado con una extraña amabilidad desde su accidente— seguía siendo el tipo de hombre al que era difícil acercarse, mucho más pedirle algo tan delicado como dinero.
Aun así, no tenía otra opción.
Tenía que hablar con él, explicarle que necesitaba un préstamo… aunque no pudiera decirle por qué. Esa mañana, decidió intentarlo