Lorenzo se deslizó dentro de la habitación de Aurora en silencio, pensando que se encontraba dormida y sin querer despertarla. Ella se encontraba de espaldas a él, las suaves curvas de su cuerpo abrazadas por las sábanas. Él comenzó a desabrocharse la camisa y fué cuando ella se volvió hacia él.
—Pensé que dormías —habló él, terminando de deshacerse de la camisa.
Aún en la penumbra, las sombras parecían definir los músculos cincelados de su torso firme y sus brazos fuertes, haciendo casi imposible apartar la mirada.
Aurora sintió un calor recorrerle la piel, un temblor mezclado de frustración y deseo, consciente de que su corazón latía como si quisiera adelantarse al tiempo.
Una podía estar furiosa con él que solo bastaba una sonrisa y un par de palabras para ser desarmada y enroscada en la punta de su dedo.
—Y yo pensé que estabas en tu habitación… —murmuró Aurora, sopesando si decir las palabras que pendían de la punta de su lengua, finalmente las pronunció—... con Isabella.
Lore