Seis meses después...
Las tres de la madrugada en Nápoles tenían un peso distinto al de cualquier otro lugar del mundo. No era solo silencio, era una quietud densa, cargada, como si la ciudad misma contuviera la respiración esperando un disparo o un grito.
En la inmensidad de la habitación principal, Elisabetta Moretti miraba el brillo rojo de los números en el reloj digital.
Llevaban seis meses viviendo juntos. Ciento ochenta y dos días viviendo en aquella mansión que parecía más un museo de soledades que un hogar. Al principio, la frialdad de las paredes de mármol se compensaba con el calor que Nicolo traía consigo, con la intensidad de sus manos y la promesa en sus ojos. Pero las últimas semanas habían transformado su hogar en un campo de guerra fría donde el enemigo no era el odio, sino la indiferencia. O algo peor: el secreto.
El sonido lejano de un motor rompió el silencio.
Elisabetta se tensó, sentándose en la cama y ajustándose la bata de seda color champán alrededor del cuer