Mundo ficciónIniciar sesiónEl silencio del refugio, después de un día tan largo, tenía el peso de una respiración cansada. Laila cerró la reja principal con las manos aún llenas de polvo y olor a perro mojado. La luz del atardecer se había vuelto naranja detrás de los árboles, y por un momento pensó en quedarse quieta, solo escuchando el ruido de las hojas. Todo había salido bien: más de veinte adopciones, niños felices, voluntarios satisfechos.
Oscar se acercó desde la sombra de la carpa mientras se quitaba los guantes.







