La noche estaba oscura, cargada de presagios. Las calles estaban casi vacías mientras el auto negro de Damián Blackwood se deslizaba silenciosamente por la ciudad. En el asiento trasero, Luna Moretti dormía, inconsciente, con el rostro pálido bañado por la luz de los faroles que entraban a través de la ventanilla. Su cabeza reposaba contra el pecho firme de Damián, quien la sujetaba con una mezcla de protección y rabia contenida. A su lado, Sebastian conducía sin decir palabra, respetando el silencio que reinaba dentro del vehículo.
Al llegar a la majestuosa residencia Moretti, una elegante mansión en una colina privada, Sebastian aparcó frente a la puerta principal. Bajó del auto con rapidez y se acercó al portón de hierro forjado. Tocó el timbre con insistencia, lanzando una mirada hacia atrás, donde Damián se preparaba para bajar con Luna en brazos.
El sonido del timbre resonó dentro de la casa. Pocos segundos después, la puerta se abrió revelando a Marcos Moretti, el tío de Luna.