Nicola
La daga se deslizó en el aire, rozando mi rostro antes de clavarse en la pared detrás de mí.
Sentí el calor emanando de un pequeño corte en mi oreja, y mi mano voló a mi cabeza.
Sangre. Maldita sea, me había cortado.
Mi cuerpo se movió antes de que pudiera pensarlo, y avancé en dos zancadas, cerrando el espacio entre nosotros. Mi mano se alzó para tomarla del cuello, girándola con fuerza y apretándola contra la pared.
El calor que siempre sentía por ella explotó en mis venas. Mi rostro se acercó peligrosamente al suyo, mi respiración chocando contra sus labios. La furia me envolvía, pero había algo más.
Algo que siempre había estado allí, algo que no podía controlar estando cerca de ella.
Deseo.
—Te he visto hoy, —gruñí con voz grave, haciendo énfasis en cada palabra mientras la mantenía atrapada. —Sé que eres mortal. Y tuviste varias oportunidades para matarme. —Mi frente rozó la suya, nuestros cuerpos casi temblando por la tensión. —No aprovechaste ninguna.
Valentina se movió