Nicola
El sonido de mi teléfono vibrando sobre el escritorio me sacó de mis pensamientos.
Lo tomé y vi un mensaje en el grupo que compartía con Lorenzo y Renzo.
Renzo: Necesitamos hablar.
Fruncí el ceño. Renzo no era de los que escribía esas cosas si no era algo realmente importante.
Respondí rápidamente.
Yo: Estamos en la oficina.
Lorenzo estaba sentado frente a mí. Levantó la cabeza en el momento que escuchó que dejé el teléfono sobre la mesa.
—¿Qué pasó? —preguntó, sin mucho interés, revisando unos papeles.
—Renzo. Quiere hablar, —respondí, encogiéndome de hombros.
Lorenzo soltó un resoplido.
—Esperemos que no sea otra vez Gabriella regañándolo por algo, —dijo con sarcasmo.
Renzo estuvo con nosotros en menos de diez minutos. Entró hecho una furia y sin decir una palabra, caminó hasta el escritorio.
Sacó un sobre de su chaqueta y lo dejó caer sobre la mesa frente a nosotros.
Del sobre cayeron unas imágenes que creí que jamás volvería a ver.
Lorenzo y yo saltamos de nuestras sillas c