Valentina
Estábamos en la habitación donde teníamos a Vittorio.
Nicola estaba del otro lado de la sala, con los brazos cruzados sobre el pecho, sus ojos clavados en su padre.
No podía estar cerca de él, no hasta que supiera toda la verdad. Vittorio era una pieza clave en todo esto, pero… ¿qué haría si él fue quien mandó matar a mis padres?
La rabia se encendía en mi pecho solo de pensarlo, pero otra emoción más complicada se entrelazaba con ella. Una emoción que tenía nombre y una voz que resonaba en mi mente: Nicola.
Mierda. ¿Cómo había llegado hasta aquí?
Tuve muchas oportunidades de matarlo y no lo hice. Ni una sola vez.
Me había confesado que me amaba, y había buscado desesperadamente en su mirada algo que me dijera que estaba mintiendo. Una excusa para no creerle.
Pero no la encontré. No había ni rastro de falsedad en sus palabras, en el brillo de sus ojos cuando las dijo. Allí estaba la verdad, tan clara que me dolía.
Lo miré por un momento, y él me devolvió la mirada. Fue solo