Shadow
Habíamos logrado irnos de Palermo para disfrutar nuestra luna de miel, la cual tuvimos que suspender por el nacimiento de mis sobrinos.
Y yo no tenía ninguna prisa por empezar ese día.
No cuando mi hermosa esposa estaba a mi lado, su cabello desordenado sobre la almohada y su respiración regular.
Me acerqué a ella, dejando un beso suave en su hombro desnudo. Apenas se movió, murmurando algo que no entendí.
Sonreí y me acerqué más, besando su cuello, trazando un camino lento hacia su oído.
—Buenos días, Signora Conti, —murmuré contra su piel, mi voz aún ronca por el sueño.
Mi esposa. Aún me costaba creerlo.
Besé su frente, y luego la punta de su nariz. Ella gruñó alguna cosa antes de enterrar la cabeza en su almohada.
—Mmm... cinco minutos más —murmuró con su voz ronca y apagada.
—Cinco minutos... —respondí sonriendo—, es demasiado tiempo sin tí.
Deslicé mi mano por su cintura para acercarla más a mí
—¿Desde cuándo eres tan impaciente? —preguntó sin abrir los ojos.
Pero la sonri