Cuando Jarek le habló por primera vez sobre la ceremonia de unión, Elara sintió que un torbellino de emociones la invadía.
La felicidad y el miedo luchaban en su pecho, pero sobre todo, una esperanza nueva y vibrante iluminaba sus ojos.
—¿De verdad no te importó mi rechazo? —preguntó ella con voz temblorosa, aún insegura de lo que sentía él.
Jarek la abrazó con firmeza, envolviéndola en un calor que solo él sabía darle. Depositó un beso suave en su frente y negó con lentitud.
—No me importa nada más, Elara. Solo me importas tú. Jamás podría aceptar tu rechazo, y menos aún, jamás te rechazaría. Eres lo único real en este mundo para mí.
Ella lo miró fijamente, leyendo en sus ojos una mezcla de severidad y ternura, de pasión contenida y amor profundo.
—Mañana veré a la doctora principal —susurró—. Finalmente, sabré todo sobre nuestro cachorro.
Jarek posó una mano protectora y amorosa sobre su vientre, sintiendo la promesa latente en su interior.
—Puedo olerlo —dijo con una mezcla de orgul