El aullido rasgó el aire como un lamento del infierno.
Severon lanzó un grito desgarrador junto al oído de Jarek, un sonido de pura agonía que heló la sangre de los presentes.
Jarek sintió el peso en su hombro y, al mirar, lo confirmó: la bala lo había alcanzado.
El mundo pareció detenerse por un instante.
Ambos giraron bruscamente hacia el origen del disparo.
Un hombre tambaleante, cubierto de sangre, con el uniforme ennegrecido por el lodo y la pólvora… un Darkness.
Su mirada era la de un guerrero al borde de la muerte, pero aún sostenía el arma, temblorosa, dispuesto a disparar una vez más.
Y entonces, en una fracción de segundo, un lobo surgió de las sombras.
Saltó.
Un borrón de pelaje y furia.
Se abalanzó sobre el Darkness y le desgarró la garganta en un solo movimiento, con una precisión brutal. La sangre brotó como una fuente rota mientras el cuerpo caía al suelo con un golpe seco.
—¡Su Majestad! —gritó uno de los guerreros.
El Rey Alfa cayó de rodillas.
Por primera vez en su