Lejos de ahí, ocultos entre las sombras del bosque maldito, los rebeldes de Darkness celebraban su pequeña victoria. Se creían invencibles, seguros, dueños de una ventaja estratégica con sus armas humanas y sus tácticas traicioneras.
Pero cometieron el error de subestimar a Jarek.
El rey Alfa aguardaba pacientemente, agazapado con su escuadrón en lo más denso del bosque.
Cuando los traidores se relajaron, él alzó su mano, y con un solo movimiento, la orden fue dada.
Un estruendo de garras y colmillos rasgó el aire.
Jarek y sus hombres se lanzaron en su forma lobuna con una ferocidad que parecía provenir de la misma Diosa.
No hubo tiempo para que los traidores levantaran sus armas. El ataque fue limpio, brutal, definitivo.
Severon, el lobo legendario que vivía dentro del Alfa, rugió con hambre de justicia.
Sus colmillos desgarraron gargantas, su fuerza era tal que ni los gritos de los rebeldes duraron más de un segundo.
El suelo se tiñó de rojo, el aroma a sangre fresca impregnó el air