—Todo terminó entre nosotros, Audrey. Acéptalo de una vez —dijo Lucien, su voz dura, casi como un aullido contenido.
Su mirada era firme, pero sus ojos delataban la tormenta interna que lo estaba destrozando.
—¡Tú dijiste que me amabas! —gritó Audrey, dando un paso hacia él, con los ojos bañados en lágrimas—. ¿Fue tan fácil olvidarme por esa princesa?
Lucien cerró los ojos un segundo, conteniendo el peso de sus emociones.
Cuando volvió a abrirlos, ya no había rastro de ternura en ellos. Solo determinación.
—Te lo dije, Audrey… Hace tiempo te rogué que nos fuéramos juntos. Que me eligieras, aunque eso significara abandonar todo lo demás. Te amé con todo lo que era, incluso cuando sabía que le pertenecías a otro. Te ofrecí una guerra por tu amor, y me disté la espalda para quedarte con tu esposo. Hiciste tu elección. Ahora, hazte responsable de ella.
Extendió su mano, mostrando el anillo en su dedo. Un anillo antiguo, de oro blanco, grabado con símbolos lunares. El símbolo de su unión c