Alessia caminó hasta él con pasos lentos, mientras su corazón palpitaba con fuerza bajo el pecho. Su padre la llevó del brazo y miró a Lucien.
—No olvides tu juramento, Lucien.
Él hizo una reverencia.
Cuando se detuvo frente a él, lo miró directamente a los ojos.
Sus pupilas se encontraron con las de él, intensas, insondables. Y en ese instante, algo dentro de ella se revolvió. Su loba interior, Denna, habló en su mente con un temblor contenido:
—¿Acaso… nos va a rechazar?
Pero Alessia no tuvo respuesta. Quiso responder, quiso calmarla, pero el nudo en su garganta se lo impidió. Solo pudo observarlo… y esperar.
La ceremonia comenzó. Las luces encendidas proyectaban sombras danzantes sobre las columnas del templo, y el aroma del incienso sagrado llenaba el aire con un perfume espeso, casi sofocante.
La sacerdotisa se adelantó, y su voz, grave y solemne, rompió el silencio:
—Lucien de Granate y Rosso, hijo del honorable Beta Thorner, ¿aceptas a Alessia como tu pareja destinada, para ser