Alessia sintió que el mundo se desmoronaba bajo sus pies.
Sus ojos repasaban la frase una y otra vez, como si al leerla con más fuerza pudiera cambiar su significado, como si el papel pudiera retractarse y disculparse por herirla.
Pero no era una broma cruel. No era una mentira malintencionada. Era una advertencia... y su corazón lo sabía.
Un escalofrío helado le recorrió la espalda, clavándose como cuchillas en su piel. Su loba, Denna, rugió desde dentro con una mezcla de rabia, temor y desesperación.
—No puede ser… —murmuró Alessia, con la voz temblorosa, rota.
Pero la semilla de la duda ya había germinado. Y con ella, el miedo.
Se levantó de golpe, el vestido rozando el suelo con furia. Caminó hacia la puerta con decisión y llamó a sus guardias.
—Nos vamos al Monte de la Brisa. De inmediato.
Los hombres obedecieron sin preguntas. Había algo en la mirada de su princesa que no permitía cuestionamientos.
El viaje fue silencioso. Alessia cabalgó al frente, con el alma en un puño, sintie