—¡Padre!
La voz de Alessander resonó como un trueno en medio de la multitud, atravesando el murmullo expectante que llenaba el aire.
Entre el mar de guerreros y estandartes ondeando al viento, Jarek apareció, erguido y majestuoso, su porte de Alfa intacto a pesar de las batallas libradas y las sombras que lo habían acechado.
Al verlo, Alessander sonrió, una mezcla de alivio y felicidad pura inundando sus facciones. Jarek, con una mirada profunda que hablaba de orgullo y amor, le devolvió el gesto. El peso de los días oscuros parecía desvanecerse en ese instante.
—Hemos atravesado tormentas, —dijo Jarek, su voz grave proyectándose sobre la manada reunida—. Momentos oscuros que casi nos arrancan la esperanza. Pero la Luna ha reinado sobre nosotros, guiando nuestros pasos. Y… mi amada esposa, mi Luna reina dorada, me salvó, —hizo una pausa, mirando a la joven a su lado— mi futura nuera, Narella, también me ha salvado la vida.
Un murmullo de sorpresa y respeto recorrió a los presentes.
—I