Aitana
El Gran Reloj de la Corporación Ferrer se convirtió en el escenario del clímax de esta interminable guerra familiar. La lluvia caía con intensidad, lavando la plaza, pero no la maldad. Teníamos a tres enemigos de alto riesgo frente a nosotros: Lina Durán, mi madre biológica, que quería huir con Isabella; Marcus Sinclair (Volkov), mi suegro biológico, que quería a la niña como palanca para controlar Belmonte; y Arturo Belmonte, mi suegro adoptivo/traidor, que quería a la niña por venganza y por su valor simbólico.
Isabella, en brazos de Lina, comenzó a llorar al ver a los hombres.
—¡Lina, déjala ir! ¡Estás a salvo! —grité, ignorando a los dos hombres.
—¡No estoy a salvo, Aitana! ¡Tú no estás a salvo! ¡Tu vida es un objetivo! ¡Eliseo lo sabía, por eso te entregó! ¡Los Belmonte te van a matar!
Marcus, impaciente, avanzó. —¡Basta de sentimentalismos! ¡Lina, te ofrezco una salida! ¡Dame la niña y te doy un pasaporte con una nueva identidad y una cuenta que te durará toda la vida!
—¡