SebastiánLa llamada de mi madre llegó justo cuando estaba por salir de la oficina.—Sebastián, ven a casa. Ahora. —No fue una invitación; fue una citación militar.Doña Elena Belmonte, mi madre, era una mujer elegante, formidable y, a menudo, la verdadera fuerza silenciosa detrás del imperio Belmonte. Su voz, normalmente dulce y modulada, tenía ahora un filo de acero.Sabía por qué me llamaba. Las noticias vuelan. El chisme de mi visita al parque con Aitana y la niña ya debía estar circulando entre la alta sociedad.Llegué a la mansión Belmonte. En la sala de estar me esperaban mi madre y mi tío Ricardo, el abogado principal de la corporación. No había whisky; solo té caro y una atmósfera gélida.—Siéntate, Sebastián —ordenó mi madre, señalando el sofá.Tomé asiento.—Antes de que empieces, madre, ya lo sé. Y sí, es mi hija.El silencio que siguió fue peor que cualquier grito. Mi madre se puso de pie, su rostro pálido bajo su impecable maquillaje.—¿Estás diciendo que has traído una
Leer más