AitanaNunca pensé que un par de líneas en una prueba casera pudieran cambiarlo todo. Dos líneas rosas, delgadas, temblorosas, como si supieran que estaban a punto de destruir mi mundo.Durante días me encerré en mi habitación, inventando una fiebre inexistente, ignorando llamadas, saltándome clases, escondiéndome de las miradas inquisitivas de los empleados de la casa Ferrer. Ni siquiera mi abuela se atrevía a entrar sin tocar. Sabía que algo me pasaba. Pero nadie lo sabía con certeza.A excepción de Ariadna, que era la única persona que seguía trayéndome comida, mintiendo a todos para cubrirme. Mi aliada. Mi hermana del alma.La prueba de embarazo seguía en el fondo de un cajón, como si esconderla pudiera revertir su veredicto.Pero el tiempo, cruel como siempre, no se detiene por nadie. Menos por una chica de veinte años que no supo cuidarse. Y después de dos semanas de encierro, una carta sellada me esperaba en el desayuno: “Cena familiar obligatoria. 20:00. Estarás presente.”La
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