Sebastián
El golpe de la traición de mi madre adoptiva, Victoria, fue el clavo final en el ataúd de mi pasado. La mujer que había creído que me amaba, la esposa de Eliseo, había pagado a Lina Durán para que me abandonara. El dolor era inmenso, pero ya no había secretos. Me volví hacia Sebastián, quien me abrazó con una comprensión silenciosa.
—Nos duele, Aitana. Pero ahora sabemos exactamente quiénes somos y de dónde venimos. Y lo más importante: sabemos a dónde vamos.
—Vamos a reconstruir. Pero primero, tengo que asimilar que la única figura materna que conocí me usó como un arma contra mi propia madre biológica.
—Tómate el tiempo que necesites. Belmonte puede esperar.
Y así lo hicimos. Pasamos una semana en la mansión, aislados, dedicados a sanar las heridas internas y a jugar con Isabella. La junta directiva, aunque en pánico, había aceptado mi plan de reestructuración, confiando en el blindaje del fideicomiso de Isabella y en la caída del "Fantasma de la KGB" (Volkov).
Sin embargo