Elizabeth sintió que la sangre hervía bajo su piel. ¿Hijo? ¿Michael tenía un hijo? Su corazón se aceleró rítmicamente y su rostro se transformó.
—¿Y usted? ¿Quién es usted? —preguntó la mujer viéndola con cara de desconcierto—, ¿Michael Miller vive aquí sí o no? —Volvió a preguntar la mujer.
—Sí —dijo Eli después de varios segundos.
Sentía que no podía respirar y que un nudo gordo crecía en su garganta.
—Ah bueno, entonces podemos pasar. Ven mi vida, si está casa es de tu padre es también tuya —dijo la mujer entrando sin pedir permiso.
Elizabeth se giró y se quedó mirando a la mujer. Cómo veía la casa con asombro, con ambición.
—¿Me imagino que eres su empleada? ¿O algo así? Bueno, dígale que por favor Sasha está aquí, él debe acordarse muy bien de mí —dijo la mujer tomando asiento junto a su hijo en el sofá.
—Tiene nombre de perra —masculló Elizabeth entre dientes.
—¿Qué acaba de decir? —preguntó la mujer con desconcierto.
—Que no soy la empleada, soy…
—Cariño… dejé a los ni