Ryan Campbell estaba sentando en su silla giratoria de color marrón oscuro. Llevaba una camisa de tres cuartos que se ajustaba a sus hombros de color negra. Tenía algunos botones abiertos, dejando entre ver un pecho velludo y duro. Una media luna de oro que colgaba de una caden caía en su pecho y sus ojos de un miel suave brillaban con intensidad. Se echó el cabello hacia atrás, acicaló su ropa y volvió a rociar perfume por milésimas vez.
Toc toc
Dos golpes en la puerta lo hicieron temblar de golpe. Echó la cabeza hacia atrás y dijo un “adelante” casi torpe. Entonces, segundos después, Julie entró. Venía con un vestido negro exquisito, sus cabellos de un rubio muy claro atados a una cola de cabello que pegaba de sus nalgas y unos zapatos rojos pasión que le daba imponencia y que combinaba perfectamente con sus labios.
—¿Me mandó a llamar señor Campbell? —preguntó ella en tono bajo.
Ryan casi babeó mientras detallaba sus facciones. El como ella apretaba sus labios y como huecos se