Unas hermosas princesas

Todo, absolutamente todo era idéntico a Alisson. Christopher sintió cómo su corazón comenzó a latir más rápidamente, sus manos comenzaron a sudar y un nudo espeso y doloroso se estableció en su garganta. Detalló a las niñas: tenían la nariz respingada, los ojos azules como el cielo y el cabello rojo como el fuego. ¡Justo como era Alisson, su Alisson! Parpadeó varias veces, creyendo que era un sueño o que su imaginación le estaba jugando una mala pasada, pero en ese instante la voz de Aniela lo hizo reaccionar.

—Estas mocosas casi me hacen caer. Además, ¡me llamaron brujas, Chris! —se quejó, con los puños apretados y las cejas levantadas, esperando que Christopher la defendiera.

Ryan, que también estaba con ellos, tan anonadado como Christopher, sonrió de lado y respondió:

—Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad, Aniela. No te sulfures —escupió con diversión, logrando que los ojos de Aniela se tornaran rojos de ira.

«No lo soportaba».

—Señor, es que esa bru… señora, quería l
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