Un silencio intenso, casi opresivo, se apoderó de las cuatro paredes de aquella oficina ejecutiva. Un silencio que solo era interrumpido por las respiraciones de los presentes. Alisson sonrió con perversidad, orgullo y un morbo embriagador.
—¿Tú? ¿Eres la socia que compró las acciones de la empresa? ¡Esto debe ser una broma! —exclamó Nora, abanicándose la cara con la mano.
Alisson rodó los ojos y se sentó en la silla principal con una mirada de superioridad que helaba, mientras Aniela la fulminaba con la mirada.
—Disculpen mi retraso, había tráfico. Ahora sí podemos comenzar con la reunión. Los he convocado porque…
—¡Esto es imposible, Christopher! ¡Esta mujer no puede estar aquí! ¡Exijo que la saquen! —gritó Nora, señalándole con el dedo.
Alisson la fulminó con la mirada y se puso de pie. Era de baja estatura, pero los zapatos de quince centímetros le conferían la altura necesaria para parecer imponente.
—¿No lo has entendido, verdad? Ni siquiera Christopher Langley puede sacarm