Christopher sintió cómo el delicioso olor a miel se desprendía de los poros de Alisson y se metía por su nariz. ¿Es un perfume? ¿Un shampoo? O quizás alguna crema corporal. Nunca se había detenido a pensar en qué era eso que usaba y que la hacía oler tan delicioso. Se acercó más a ella y casi pudo sentir el galopeo de su corazón: rápido, rítmico, y cómo sus muslos se apretaron con desesperación.
—Un lobo defectuoso —dijo ella, sonriendo y volviéndose a mirarlo.
Sus ojos eran punzantes, llenos de burla. Christopher frunció el ceño, sin comprender a qué se refería. La confusión le bañó la cara por completo.
—¿A qué te refieres? —preguntó, echando los hombros hacia atrás.
—Que todos ya lo saben, Chris. Todos conocen tu problema de contingencia. Así que... no intentes ocultarlo; se rumorea sobre eso en los pasillos de esta empresa. ¡No funcionas desde hace algunos años! —La voz de Alisson parecía dulce e inocente, pero definitivamente estaba cargada de malicia.
Si no podía alejar a Ch