Ya sabía, gracias a Andrea, que mi luna de miel sería movida. Tuvieron que hacer unos ajustes debido al contra tiempo del hotel (nadie previó que se quemara), pero al final no logré deshacerme ni de la reunión con la suegra ni de las cenas o desayunos con la alta sociedad.
—Ya vamos diez minutos tarde —Andrea apresuró—. Se va a enojar.
Él ya estaba enojado de todas formas debido a la llegada del guardaespaldas.
Lo supe cuando el día anterior vi un automóvil de primera estacionado en la entrada. Lo primero que supuse fue que Anuar tenía visitas, sin embargo, al escuchar a hurtadillas por detrás de la puerta cerrada de su estudio, supe que mi salvación estaba aquí.
—Vengo por orden de Athos Meneses —dijo una voz grave y desconocida—. No trabajo para usted, mi única responsabilidad es Eloísa Meneses.
Sonaría como una tontería, pero tal era mi necesidad de amor y atención, que no me sorprendería enamorarme del guardaespaldas al que ni siquiera había visto.
—No hay necesidad —gruñó Anuar, p