La vida de Sara da un vuelco inesperado cuando se ve obligada a abandonar al amor de su vida, Emiliano, por razones desconocidas incluso para él. Ocho años después, en la víspera de la boda de Emiliano, Sara se encuentra con él mientras le baila en su despedida de soltero, sin revelar su identidad. La tensión entre ellos es palpable, y Emiliano, intrigado, urde un plan de venganza cuando descubre que ella le ha ocultado a sus hijos todos esos años: la obliga a trabajar en su empresa para mantenerla cerca, muy cerca, ella debía pagar ocho años de sufrimiento, pero los sentimientos no han escapado del todo, y entre su odio y su actual esposa, Emiliano se encuentra en medio de un amor prohibido sin saber que peligrosas sombras del pasado se alzan sobre la empresa de modas mas importante del mundo: Casa Monter. ¿Lograrán sobrevivir al pasado y a su amor prohibido?
Leer másEra la noche del viernes, la despedida de soltero de Emiliano Monter, el hombre más rico y frío de la ciudad.
Emiliano Monter estaba sentado en el amplio mueble rodeado de sus amigos, no eran más que seis hombres, los únicos seis en los que él podía confiar realmente.
Las luces se apagaron, apenas se encendió una en el centro del techo que apuntó hacia un punto en específico donde una mujer rubia apareció.
Tenía el cabello corto a los hombros y una máscara que le cubría el rostro, un traje de cuero que ajustaba su perfecta silueta con cadenas de plata que hacían ruido cuando la mujer se movía.
La música comenzó, los amigos de Emiliano se inclinaron hacia el frente para ver el espectáculo, pero él simplemente se encogió de hombros, no quería una despedida de soltero, tampoco quería una bailarina exótica, pero ¿quién podía decirle que no a su amigo Samuel?
La mujer estiró las caderas y arqueó la espalda.
Era indudable que era un espectáculo de mujer, con la figura marcada, las piernas torneadas, pero había algo peculiar en ella. Emiliano se inclinó hacia el frente, estrechando los ojos.
No frecuentaba nunca lugares de estriptis, pero aquella mujer se le hizo curiosamente conocida.
La música llegó a su punto álgido, la mujer se contoneaba, bailaba, tenía movimientos sexys y una buena flexibilidad.
Notó como sus amigos comenzaron a emocionarse de más, pero él ciertamente estaba un poco aburrido.
Se recostó en el mueble con los brazos cruzados y observó el show en silencio.
— Vamos, anímate —le dijo Samuel meneándolo por el hombro — la contraté especialmente para ti, es toda una joya, y una ganga, era de las más baratas, pero la verdad no veo por qué. Para mí era la más atractiva de todo el catálogo, además, baila increíble. Mira esas caderas — la música seguía sonando a todo volumen, cuando terminó, los hombres aplaudieron.
La mujer no se quitó el antifaz.
La siguiente canción era más lenta, más seductora.
La mujer se tocó el cuerpo.
— Mira eso, todo eso puede ser tuyo esta noche —pero Emiliano negó.
— No, sabes que no me gustan ese tipo de cosas, no me voy a acostar con ella.
— ¿cómo que no? ¡pagué un precio muy alto para que viniera hasta aquí! No puedes hacerme eso.
— ¿No dijiste que era la más barata?
— Sigue siendo mucho para mí, no todos somos los presidentes de la empresa de moda más importante del país, ¡Vamos!
— Para nada, Samuel, me caso mañana.
— Sí, pero no te casas por amor. Yo más que nadie sé que es simplemente un negocio, además ni siquiera es un buen negocio — su amigo parecía frustrado.
— Claro que la amo — mintió — además, necesito una esposa temporal para que Casa Monter logre ese contrato con su familia, una vez terminen nuestras actividades con la empresa de ella… no sé.
— Bien, no te creo que te cases por amor con la pelirroja, pero si aún es así, ¿qué te impide llevarte a la cama a esa preciosura? — Emiliano pasó saliva, ciertamente no tenía la respuesta a esa pregunta, pero no le pareció correcto. Al ver la duda en los ojos de su amigo, Samuel se tronó los dedos y Emiliano notó sus intenciones.
— Pues si ella quiere, entonces tú acuéstate con ella — Emiliano se encogió de hombros.
— Bien, no soy mucho de recoger las sobras de mis amigos, pero hay tiempos oscuros y hay que aprovechar —Samuel se puso de pie y caminó hacia la mujer, ella se acercó a él y comenzó a bailarle cadenciosamente.
Su amigo trató de agarrarla por las caderas, pero ella tomó sus muñecas y las levantó en el aire impidiendo que la tocara.
Aquello solo hizo emocionar más a Samuel, sus compañeros aplaudían y chiflaban.
Emiliano se recostó aperezado en el mueble y observó la escena, su amigo trataba de bailar con la chica, pero lo cierto es que era pésimo bailando.
Ella se meneaba y lo seducía, pero no parecía dispuesta a ir más allá.
Cuando el hombre estiró la mano y la puso sobre uno de los senos de la bailarina a través del traje de cuero, ella se inclinó y le murmuró algo al oído.
La cara de su amigo cambió, del placer más erótico al la sorpresa más absoluta.
— ¡¿Cómo que no?! — dijo enojado.
El que controlaba la música le bajó un poco el volumen.
— ¿Qué está pasando? —preguntó Emiliano.
En cuanto la bailarina escuchó su voz, clavó los ojos en él, pero la luz del techo y la oscuridad de la casa le impidieron verlo con claridad.
— Pues que aquí nuestra bailarina me dice que no la puedo tocar, que ella es sólo bailarina — la muchacha se quedó paralizada en medio de la luz, la música se detuvo.
Uno de los amigos salió corriendo a encender las luces.
Cuando lo hizo, Emiliano notó que era incluso más joven de lo que parecía, no podía ser mayor de veinte seis, pero el antifaz le cubría todo el rostro.
Samuel la tomó por la muñeca con fuerza.
— Yo pagué mucho dinero para traerte aquí, ahora no te me vas a negar — la mujer se soltó con fuerza del agarre de Samuel.
— Cuando me contrató, en el catálogo muy explícito estaba que yo no era una prostituta, solo una bailarina, por eso era más barata que las demás. Si quería acostarse con una debió haber pagado las más caras — Emiliano sintió un extraño escalofrío en la columna. Esa voz...
Caminó hacia la mujer, la tomó por la muñeca y en un hábil movimiento antes de que ella lograra hacer algo se deshizo del antifaz de su rostro y entonces la vio.
Las fuerzas del cuerpo le fallaron, el antifaz en su mano cayó al suelo y rodó hasta estar a los pies de sus compañeros anonadados al otro lado.
La bailarina parpadeó un par de veces, pero en cuanto lo vio, en cuanto lo reconoció, abrió los ojos como la luna llena.
Espantada, apretó los labios y luego dio un paso atrás, pero seguía atrapada en el fuerte agarre de Emiliano en su muñeca.
— ¡Tú¡ —le dijo Emiliano, la voz le tembló.
Samuel los miró a ambos sorprendido, luego se aclaró la garganta.
— ¿Acaso la conoces? —Emiliano asintió.
— ¿Que si la conozco? ¡Esta mujer es mi esposa!
Sara no sintió rabia ante la confesión de Luna, ni tampoco sintió placer al verla descompuesta frente a ella. Estiró la mano y agarró la de Luna con fuerza. La mujer trató de apartarla, pero Sara la mantuvo sujeta.— Déjame adivinar, ¿Mario? — preguntó Sara, y Luna asintió.— Él me dijo que tú le eras infiel a Emiliano. Me mintió y me manipuló. Por eso contraté a una prostituta para que fingiera que se acostaba con él. Yo ni siquiera supe cómo lo drogaron.— ¿Tú eres la mujer que aparecía en el video de seguridad con el casco de motociclista, cierto?Luna asintió. — No sabes cuánto me ha pesado estos años. Cuando regresaste a Casa Monter, tenía miedo, por eso me comporté tan hostil. Tenía miedo de que supieras la verdad. Tenía miedo de que mi hermano me delatara por ello.Sara apretó con más fuerza la mano de la mujer. — No es tu culpa, es culpa de Mario. Él fue quien nos manipuló, quien nos usó. De verdad lamento que hubieras tenido que llegar a eso. Pero lo importante es que es
Sara vio cómo Emiliano saltó hacia un lado, esquivando el próximo disparo de Ezequiel. Se escondió tras la puerta. El segundo hombre que había subido con Emiliano corrió hacia él para tratar de dispararle, pero otro disparo en su hombro lo hizo rodar por las escaleras.Sara se apoyó en la pared y se empujó. Los perdigones de las balas pasaban volando por sobre su cabeza. Cuando cayó, la silla de madera se rompió y el espaldar se le clavó en las costillas, pero no le importó. Se removió y los trozos de madera que la sujetaban a la silla comenzaron a apartarse, dejándola libre.Sara se puso de pie, sin zapatos, cansada y con miedo. A lo lejos logró ver un tubo metálico y lo sujetó. — ¿A dónde vas, perra? — le gritó Ezequiel.Pero Sara logró refugiarse detrás de una pared antes de que el hombre le disparara. Las balas rompieron el concreto a su lado. Ezequiel disparaba a diestra y siniestra. El sonido del helicóptero se hacía cada vez más fuerte. Sara vio cómo un par de hombres más b
Sara sintió un desasosiego en el estómago cuando vio a Emiliano subir por las escaleras. Sabía para qué lo quería Ezequiel. Sabía que quería matarlo. No entendía las razones o el porqué, pero lo haría.Ella no era más que una carnada y Emiliano había caído en su juego. Cuando el hombre la miró, ella negó con vehemencia. Quiso gritarle que corriera, pero tenía la mordaza bien puesta en la boca. Comenzó a empujarla con la lengua mientras los hombres tenían una corta conversación. Necesitaba quitársela, necesitaba gritarle que corriera, pero era demasiado tarde.Ezequiel sacó el arma, apuntó hacia el suelo, pero la aferró con fuerza en la mano. — Quiero tu vida — le dijo a Emiliano.Su esposo levantó la cabeza. Pensar de esa manera hizo que el nudo en su estómago creciera aún más. Su esposo, era su esposo porque legalmente lo era, porque ella quería que lo fuese, porque ni siquiera se habían divorciado. Pensarlo como su esposo hizo que sintiera esa sensación de protección y que ella
Emiliano apretó su teléfono con fuerza y dio un paso atrás, alejándose de la ambulancia. Jimena lo observó detenidamente. El indicador de llamadas decía que era Ezequiel, su suegro, o mejor dicho, su exsuegro. Emiliano sintió una extraña sensación en el estómago, como un mal presagio. — Esto es imposible — dijo, y luego contestó la llamada — . ¿Qué quieres? — preguntó con un poco de impaciencia.Al otro lado, Ezequiel soltó una carcajada. — Sorpresa — dijo — Creo que este jueguito termina hoy.Emiliano se sujetó del poste que tenía a un lado para no perder el equilibrio. — Entonces eres tú. Todo este tiempo siempre fuiste tú.Ezequiel suspiró profundamente al otro lado de la llamada. — Me parece que eres demasiado ingenuo. Fue realmente fácil desviar la atención hacia mi hija.— Es un monstruo, ¿por qué le hiciste esto? — El hombre se rio nuevamente. — Ella me lo perdonará, es mi hija. Todo lo que hago, lo estoy haciendo por su bien. — ¿Intentar asesinarme lo estás
Emiliano supo en ese instante que aquella sensación que lo atormentaba lo acompañaría de por vida. Fue un miedo visceral, profundo, algo instintivo. No era como cualquier miedo que hubiese sentido anteriormente, ni siquiera en el atentado en el que casi le arrebatan la vida había sentido tal sensación de vacío. Era como si hubiese saltado de varios kilómetros de altura hacia una muerte segura. — ¿Señor, sigue ahí? — le preguntó el hombre de su esquema de seguridad — . Le estoy diciendo que acaban de secuestrar a la señora Sara.Emiliano se tardó un largo segundo en entender lo que estaba pasando, en comprender lo que significaban aquellas palabras. Cuando todo regresó a él, le golpeó el pecho con tanta fuerza que cayó sentado en el mueble. Ni siquiera se había dado cuenta en qué momento se había puesto de pie. — ¿Qué sucedió? — le gritó al teléfono, aterrado. — Ella había terminado de hablar con la señora Lara cuando unos tipos las interceptaron. Traían una granada, volaron nuest
Ana se metió debajo de la camioneta. Creyó que era la única forma que tenía para escapar de la balacera. Arrastró a Jimena consigo. La mujer se quejó de dolor, pero al parecer la bala había tenido también un orificio de salida. Esperó que no hubiera afectado ningún órgano importante. De todas formas, presionó con fuerza el agujero por donde brotaba la sangre y la mujer tomó su teléfono, presionó un par de teclas y luego lo dejó caer de costado. — Ya llamé a la policía, vendrán en unos minutos. — ¿Quiénes son esos hombres? — preguntó Sara. La balacera seguía intensa. Los perdigones de las balas rebotaban sobre el pavimento y golpeaban el metal del auto sobre sus cabezas. — Unos son del esquema de seguridad de Emiliano. Él los envió detrás de nosotras porque no confiaba en Lara, pero los otros no sé quiénes son.Sara escuchó el ruido de algo caer al suelo, algo metálico, luego una fuerte explosión lanzó la camioneta de los hombres que habían llegado a defenderlas hacia un costado.L
Último capítulo