Capitulo 40

Isabella Romano.

Dos meses más tarde.

Charleston, Carolina del Sur.

El ruido de las olas del mar era lo único que se podía oír desde mi pequeña casa. Suave, constante, como un recordatorio de que la vida seguía, a pesar de que yo sentía que se había detenido por completo en el momento que abandoné la ciudad de Chicago.

El reloj marcaba las seis de la tarde y la luz dorada del amanecer entraba por la ventana, dándole un poco de calidez a la sala de estar. Esta pequeña casa ahora es mi hogar.

Tomó un suéter de mi armario y salgo de la casa para poder caminar hacia la playa en completo silencio, Caminó por la orilla del mar, dejando que el agua moje mis pies.

Nunca creí que el silencio pudiera doler tanto. Desde el momento que cruce la frontera, desde que deje atrás aquella vida y aquel hombre que tanto amaba. No ha habido un solo día en que no pensara en él.

Salvatore.

Su nombre aún tenía un poder sobre mi. Un poder que me quemaba, que me pesaba, que me recuerda que el amor pued
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