Isabella Romano.
El reloj marcaba ya las cinco de la tarde.
Hace solo veinticuatro horas que Salvatore había sido atacado en el almacén de drogas y él yacía en la camilla inconsciente.
Había pasado toda la noche a su lado esperando que despertara. El médico había dicho que podría tardar días o hasta unas semanas, ya que había perdido demasiada sangre y su cuerpo necesitaba recuperar fuerzas.
Estaba aterrada. No sabia que hacer ahora mismo, solo me dejaba llevar por mi instinto ya que no podía confiar en nadie ahora mismo. Matteo me tenía al tanto de los movimientos de la organización cada ciertas horas.
Ahora el sonido del monitor cardiaco era lo único que sonaba en la habitación. Un pitufo constante, frío, que me recordaba que Salvatore seguía a mi lado, que aún luchaba.
Me senté aun lado de Salvatore y entrelazo nuestras manos, dejándome sentir la calidez de su cuerpo. Salvatore Mancini, el hombre que todos temían y respetaban, ahora yacía en una camilla, inconsciente y luchan