12. Solo un trámite
No podía quedarme quieta. No después de leer esa nota.

El archivo estaba en el subterráneo… y yo seguía encerrada como una prisionera.

Caminé de un lado a otro, con la mente en llamas, hasta que vi la lámpara de aceite sobre la cómoda.

Me acerqué sin pensarlo demasiado.

Tal vez era una locura.

Tal vez estaba desesperada.

Pero si no hacía algo, jamás saldría de esta habitación. Jamás sabría la verdad.

Volteé la lámpara con cuidado, dejando que el aceite cayera sobre una de las cortinas. Tomé un fósforo de la caja que aún estaba al lado y lo encendí con manos temblorosas.

El fuego tardó unos segundos, pero cuando prendió, lo hizo con fuerza. Rápido. Silencioso. Imparable.

Di unos pasos hacia atrás, viendo cómo las llamas comenzaban a trepar por la tela. El humo se expandió con rapidez, llenando el aire con un olor espeso, punzante.

Empecé a toser.

Golpeé la puerta con fuerza.

—¡Ayuda! ¡Se está incendiando! —grité—. ¡Hay fuego, por favor!

Escuché pasos. Voces. E
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