Encontró a Félix en la sala de control, como era habitual. Estaba de pie, inmóvil como una estatua, observando las pantallas que mostraban los flujos de mercancías en los muelles. La luz azulada de los monitores se reflejaba en sus facciones duras, creando un efecto inquietante. Parecía más una inteligencia artificial que un hombre.
Clara se detuvo en la entrada, respirando hondo. Llevaba puesta la bata médica, y sintió que era una armadura tan necesaria para este enfrentamiento como lo había sido para cualquier cirugía.
—Félix. Tenemos que hablar.
Él no se volvió de inmediato. Terminó de observar una transacción en pantalla, un intercambio de contenedores que parecía rutinario, antes de girarse lentamente. Sus ojos la escudriñaron, leyendo la tensión en sus hombros, la determinación en su mirada.
—Habla —dijo, sencillamente. No era una invitación; era una orden.
Clara avanzó hasta quedar a unos metros de él. El espacio entre ellos parecía vibrar con la energía no dicha de los últimos