La desconexión de la llamada de Alba Torres se perdió en el vacío de una preocupación infinitamente más urgente. Clara apenas la registró, su atención completamente enfocada en la transmisión de audio del escondite donde estaban sus hijos prematuros. El mundo se había reducido a esa comunicación intermitente.
"Emma... su respiración es irregular," alcanzó a decir Marcos antes de que la comunicación se cortara momentáneamente.
Un dolor punzante, mezcla de las secuelas del parto y el pánico maternal, atravesó el bajo vientre de Clara. Se tambaleó, apoyándose contra la camilla de Félix. Estaba pálida, con ojeras marcadas, y cada músculo de su cuerpo le gritaba por el esfuerzo de la cirugía a Félix y su propia recuperación postparto. La bata de médico que llevaba no podía ocultar su fragilidad.
"Tengo que ir," jadeó, pero sus piernas flaquearon bajo el peso combinado del agotamiento físico y el dolor de la episiotomía que aún le quemaba con cada movimiento.
"Doctora, no puede moverse," in