Seguí vagando por ahí como un fantasma marginal, espiando la vida privada de las personas y maldiciendo mi existencia; era extraño no poder hablar con nadie pero suponía que era un castigo por ser tan chismosa cuando estaba consciente, aunque bueno, las cosas no habían cambiado porque ahora de verdad que no tenía nada mejor que hacer. Añorar lo bueno que viví en los tiempos en que no estaba en coma era lo único que me quedaba, realmente odiaba eso como cualquier persona normal lo haría mas que todo porque estaba a merced del resto, sin poder de decisión alguno.
Tenía una vida realmente caótica, siendo supuestamente engañada por mi marido pero ahora... «uff, he sobrepasado el límite, la locura es máxima». Me cuestionaba(y renegaba con furia) por las cosas raras que me sucedía, no creía que hubiera otras personas en el mundo con una vida tan desgraciada como la mía, ¿de verdad otra mujer tendrá una hermana que le robe los espermatozoides del esposo... De esa manera?; imagino que median