XXXVIII
La vida cada vez era más caótica, estaba desesperada a más no poder; ya habían programado la cesárea. Además el cuarto de mi hija estaba listo, pintado de rosa con cientos de peluches de ese mismo color, muñecas, bebés de plástico, repisas con adornos de ángeles, princesas, animalitos y demás. Alexander había ido con Tamyria y el bebé Zett a conseguirle una cuna, un coche y ropa de niña... Fue doloroso ver esa imagen, de ellos pareciendo una familia feliz algo que hasta el momento yo no había podido tener. Incluso en el cuarto de la pequeña Alyla había una zona adaptada para mí, porque me iban a trasladar del hospital a ese lugar ya que me encontraba estable, el doctor Darren se había comprometido a vistarme y velar por mí. Aún así no estaba feliz, me sentía como una instrusa en la que una vez fue mi casa.

A veces visitaba mi cuerpo y cada vez perdía un poco más la esperanza de despertar, no me veía bien, mi piel estaba tan pálida que en un punto parecida traslúcida con las venas res
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