La vida no mejoró, en ningún sentido, intenté adaptarme a la existencia en la cárcel pero aunque sentía que lo estaba logrando pasaban cosas que me herían, que terminaban por hundirme por completo.
A veces alguien me golpeaba, en otras ocasiones me robaban la cena, una vez llegué a dormir y mis sábanas estaban plagadas de caca humana, tardaron tres días en llevárselas en los que tuve que verme obligada a descansar en el suelo por que me prohibieron quitarlas. Aquel piso húmedo y frío terminó por enfermarme, un pequeño resfrío que terminó en fiebre y escalofríos pero que, de todas maneras, no era tan grave como para recibir atención médica.
Fui una persona que siempre estuvo acostumbrada a tener muchos privilegios, ahora me daba cuenta de la afortunada que había sido toda la vida. Añoraba hasta la cosa más simple como dormir en una cama limpia, tomar un baño cálido, usar ropa lavada con detergente y suavizante. Poder desayunar, almorzar y cenar. Tomar café; sin embargo a pesar del d