Me despedí de todas las mujeres de la cárcel esa misma tarde, no tuve que contarles que mi pena se había desestimado pues el chisme en aquel lugar corría rápido como el agua de una corriente embravecida. Todas se alegraron por mí, incluso la agresora enferma de Mary, me dijo que sentía todo lo sucedido y el daño que me había hecho siendo que yo era inocente. Acepté su disculpa, habían personas que llegaron a hacerme cosas peores y nunca tuvieron el valor de buscar mi perdón.
Mary Jellah era la hija de un pastor, que había abusado de ella toda la vida, se perdió entre las drogas y un día en que él la atacó cuando la chica tenía catorce años ella se deshizo de él sin pensarlo, dijeron que actuó con alevosía. Así que estaba allí por aquel homicidio, con una condena de cuarenta y dos años. Llegó a salir por buena conducta pero fuera de prisión asalto a unos transeúntes y la atraparon de nuevo, en parte entendía su dolor, la razón por la que era tan cruel e insensible... Yo también habí