Sentí pena de la soledad por la que Alexander estaba pasando, estuve siguiéndolo durante varios días y me di cuenta que salvo las conversaciones de negocios y las interacciones esporádicas con sus amigos no hablaba con nadie más. Fue cuando denote que había desperdiciado demasiado vida odiándolo y que realmente el no lo merecía, aunque no era un santo de mi devoción... Era un hombre cruel, sanguinario, frívolo... Una persona inusual que escondía esas tétricas características detrás de su fachada de empresario tranquilo. Siempre se le veía formal con su traje azul marino impoluto o negro cerrado, con la mirada concentrada y el gesto que demostraba inteligencia, nadie diría que detrás de ese aspecto tan elegante se escondería un monstruo pero no conmigo, a mi me amaba.
Al darme cuenta de ese amor tan profundo que me ofrecía que a pesar de los rechazos, las dudas y las humillaciones se mantenía en pie sentí una rabia devoradora contra mí misma y me cuestioné el nunca haber puesto en dud