El nacimiento de Alyla Batista fue un procedimiento limipio, una cirugía casi perfecta que el doctor Darren Urster llevó a cabo con los mejores médicos del condado. No pasó mucho para que viera salir de mí cuerpo a una pequeña bebé sonrosada y grácil, la amé desde el momento en el que la pude observar por primera vez y no tuve duda alguna de que desde ese momento el vínculo con mi hija sería el más fuerte que experimentaría jamás, que la protegería de todo y todos, entendí que sería capaz de dar mi vida por ella, a partir de ese momento era mi todo, mi existencia se reducía a adorarla, quizás solo a eso había venido al mundo, me sentí completa y hallé un poco de paz en medio de aquel profundo desasosiego en el que había estado sumergida. Sentí también además de todo aquello un profundo dolor: me dolía el alma no poder alzarla, sentirla en mis brazos, darle besitos.
Ser solo un cuerpo inerte a merced de otros comenzaba a cobrarme la factura: emocionalmente hablando me sentía devastada